Compañía de Jesús

«Los jesuitas buscamos con ahínco remar al servicio de la Iglesia y hacerlo incluso con el viento en contra»

Papa Francisco (jesuita) – Iglesia del Gesù de Roma en 2014
 
La Compañía de Jesús fue fundada en 1540 por San Ignacio de Loyola, con la aprobación del Papa Pablo III. Ignacio de Loyola había reunido a su alrededor a un grupo de hombres dinámicos y bien educados, que no deseaban más que ayudar a otros a encontrar a Dios en sus vidas. El plan original de Ignacio era que los jesuitas fueran misioneros itinerantes, que predicaran y administraran los sacramentos allí donde hubiera esperanzas de lograr el bien mayor. Desde su fundación, la Orden ha ido creciendo desde los 10 jesuitas iniciales a más de 16.000 en todo el mundo.

 

Trabajo Misionero

Desde sus comienzos, la Compañía sirvió a la Iglesia en Europa, así como en Asia, África y las Américas. Hombres como Roberto Bellarmino y Pedro Canisio encabezaron la Reforma Católica en Europa. Valientes misioneros como Francisco Javier, de Nobili, Pedro Claver, Roch González, Juan de Brito, Jean de Brébeuf y Eusebio Kino, llevaron el Evangelio hasta los confines de la tierra.

 

Educación

Poco después de la fundación de la Compañía, Ignacio comprendió que las escuelas ofrecían el mayor servicio posible a la Iglesia, a través de la instrucción moral y religiosa, haciendo que la vida de devoción fuera accesible a los jóvenes, y enseñando el mensaje evangélico de servicio a los demás. Así pues se fundaron muchas escuelas.

 

Estudio e investigación

Los jesuitas se dedicaron firmemente al estudio, a la ciencia y a la exploración. En 1750, los astrónomos jesuitas dirigían 30 de los 130 observatorios astronómicos del mundo. Hasta 35 cráteres lunares llevan el nombre de científicos jesuitas. El así llamado Calendario “Gregoriano” fue obra del jesuita Christophorus Clavius, el “maestro más influyente del Renacimiento”. Otro jesuita, Ferdinand Verbiest, llevó a cabo la difícil tarea de determinar la frontera entre Rusia y China, y hasta hace poco tiempo ningún nombre extranjero era tan conocido en China como el del jesuita Matteo Ricci, “Li-ma-teu”.

 
 

La Supresión de la Compañía

Los jesuitas fueron llamados los maestros de Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII, no solo por sus escuelas, sino también por su preeminencia como estudiosos, como científicos, y por los miles de libros de texto que escribieron. Durante los primeros dos siglos de vida de la Compañía, los jesuitas vivieron un estallido de actividad intelectual y trabajaron en más de 740 escuelas. Luego, de improviso, todo esto se perdió, en 1773. El Papa Clemente XIV, cediendo a las presiones de las cortes borbónicas, emitió su breve Dominus ac Redemptor que suprimía a la Compañía de Jesús. Esta Compañía religiosa, de 23.000 hombres dedicados al servicio de la Iglesia, se disolvió. El Papa promulgó el breve de supresión de una manera inusual, que causó desconcertantes dificultades canónicas. Entonces, cuando Catalina, Emperatriz de Rusia, rechazó por completo el documento pontificio y prohibió su promulgación, 200 jesuitas continuaron con su obra en Rusia.

 

Restauración de la Compañía

El Papa Pío VII restauró la Compañía en 1814, a 41 años de la Supresión. Aunque muchos de los hombres habían muerto para entonces, el recuerdo de su obra educativa seguía vivo, y la nueva Compañía se vio inundada de solicitudes para hacerse cargo de nuevos colegios: sólo en Francia, por ejemplo, se les ofrecieron 86 escuelas a los jesuitas.

 

La Compañía en los últimos 200 años

Desde 1814, la Compañía ha experimentado un crecimiento, y en lo que se refiere a las actividades educativas, intelectuales, pastorales y misioneras, ha superado el alcance apostólico de la Compañía inicial. Los más de 16.000 jesuitas en todo el mundo provienen de 112 países, y pertenecen a aproximadamente 80 Provincias y Regiones, pero la Orden tiene un carácter universal que trasciende estos límites. De hecho, los jesuitas están llamados a ir a cualquier lugar, atravesando fronteras geográficas y culturales, para llegar allí donde hay necesidad de trabajar con Cristo para la gloria de Dios. Estamos unidos en nuestra diversidad y nuestra visión cada vez más global.

 

“El mundo es nuestra casa”

dijo Jerónimo Nadal, uno de los primeros jesuitas. Se refería, por un lado, al mundo fuera de las iglesias y monasterios, pero también a las multitudes del pueblo de Dios, y la expansión de las culturas humanas. Como explicaron los líderes jesuitas en su Congregación General en 2008,

El mundo entero se transforma en objeto de nuestro interés y de nuestros desvelos.

GC35, D.2, No.23
El trabajo de los jesuitas se despliega en ámbitos muy diversos. San Ignacio de Loyola quiso que estuviéramos siempre preparados para realizar cualquier tarea o ser enviados a cualquier sitio donde fuéramos requeridos. Y ya desde sus inicios, la actividad de la Compañía se fue diversificando hacia diferentes campos según los retos y problemas de cada lugar y de cada generación.

 

Es por este motivo que hoy nos encontramos a los jesuitas dedicados a tareas que abarcan desde la educación, la atención al mundo de la marginación, el acompañamiento espiritual, hasta la investigación científica, la reflexión teológica… y tantos otros campos. Sin embargo, caracteriza a todas sus actividades la promoción de la justicia y el diálogo con la cultura, en la línea que definió la Compañía de Jesús en su Congregación General 32 del año 1974 y que reiteró la Congregación General 34 de 1995: «No puede haber servicio de la fe sin promover la justicia, entrar en las culturas, abrirse a otras experiencias religiosas» (Decreto 1,19).