El examen

Herramientas Ignacianas

EL EXAMEN IGNACIANO

El Examen o Pausa Ignaciana es un ejercicio diario de autoevaluación y reflexión, uno de los principios fundamentales de la espiritualidad ignaciana. 

Día a día vamos tomando decisiones y viviendo experiencias. Muchas de ellas únicamente cobran sentido en la medida que les insuflamos tiempo y las miramos con cierta distancia. Para que nuestra experiencia gane profundidad tenemos que hacer paréntesis contemplativos y de revisión. Debemos hacer ejercicios de perspectiva (mirar hacia atrás para ver de dónde venimos) y prospectiva (mirar hacia delante para ver qué camino tomar) para situarnos en la vida, en todos su ámbitos, con sentido. Este es un camino personal, individual que nadie puede recorrer por nosotros ni nosotras.

Ignacio, a partir de su experiencia personal, propuso un método para ganar en libertad, para ordenar los afectos desordenados, y descubrir a Dios en la vida cotidiana: los Ejercicios Espirituales.  La clave reside en ejercitar, en practicar. Dentro de todas estas prácticas hay una que destaca: el examen del día. La Espiritualidad ignaciana es muy metodológica. Si hay algo en lo que seguro que todos y cada uno de los jesuitas de ayer, hoy y mañana se parecen es en esta práctica, que es un ejercicio minimalista propuesto por Ignacio. ¿Por qué minimalista? Porque es lo mínimo que Ignacio pedía y solo requiere 10 minutos y 5 pasos.

Una vez que somos capaces de encontrar 5-10 minutos en los que hacer una pausa sin prisas ni distracciones estamos en disposición de seguir la siguiente secuencia de pasos:

  1. Ponerse en presencia de Dios y dar gracias por tanto bien recibido. No es un ejercicio con uno mismo, con una misma. Es colocarse en un espacio interior de relación. No hay exigencia. Es un diálogo, no un monólogo.
  2. Pedir luz para descubrir a Dios presente en mi propia vida. No se trata de buscar a Dios en la vida sino de que aprendamos a descubrir su presencia y su acción en nuestro día a día.
  3. Revisar el día como si estuviéramos viendo una película: DÓNDE  he estado (en las experiencias fundamentales los lugares son clave); QUÉ he hecho, repaso mis acciones; CON QUIÉN he estado, miro a los otros y otras con los que me he encontrado. Es importante fijarse no sólo qué hemos hecho sino CÓMO lo hemos vivido.
  4. Pedir perdón por lo que no hemos hecho del todo bien y que ha podido separarme de Dios. Consiste en buscar la huella que me ha dejado el día en mi corazón: las consolaciones y desolaciones que he tenido. 
  5. Imaginar el día siguiente, tomar conciencia de lo que Dios quiere de nosotros y pedirle a Dios fuerza para hacerlo

 

El examen ignaciano es una buena herramienta para poder llegar a ser «contemplativos en la acción», es decir para buscar y encontrar a Dios en todas las cosas, y acercarnos un poco más al ideal de «en todo amar y servir».  No es un examen de conciencia al uso, ni se trata de ver únicamente mis pecados, sino de revisar cada día con Él, para descubrir dónde y cómo se ha hecho presente, y cómo me invita a seguirle más y mejor en lo concreto de mi vida. 

Señor, Tú me conoces mejor 
de lo que yo me conozco a mí mismo.
Tu Espíritu empapa 
todos los momentos de mi vida.

Gracias por tu gracia y por tu amor 
que derramas sobre mí.
Gracias por tu constante y suave invitación 
a que te deje entrar en mi vida.

Perdóname por las veces que he rehusado tu invitación,
y me he encerrado lejos de tu amor.

Ayúdame a que en este día venidero 
reconozca tu presencia en mi vida,
para que me abra a Ti.
Para que Tú obres en mí,
para tu mayor gloria.

Amén.

(San Ignacio de Loyola).